Pordenone, Italia. Tres jóvenes coinciden en un curso, sus destinos vuelven a cruzarse. Cuatro años no fueron suficientes para que saltase la chispa y comenzara el espectáculo. Fueron necesarios 30 intensos días aderezados con acento italiano, piruetas circenses, agua con azúcar, cremas antiinflamatorias y anécdotas para no parar... Claudia Contin, Ferruccio Merisi, Claire Heggen y un cóctel que da como resultado "Comedia del Arte", gesto y movimiento a disposición del siglo XVI. Blá blá.
Estas intrépidas mujeres deciden salir de aquel encantador pueblito para aventurarse a conocer el norte de la bota. "Pasaremos una noche en la estación y así ahorramos el hotel en Venecia", maravillosa idea si no fuese porque la estación cerraba de madrugada y te enviaban fuera a dormir (bueno, no era tan cortés como señala el texto; en realidad, literalmente, te echaban a la calle), con la agradable brisa que traía consigo el aroma de canales recién salpicados de gotas de lluvia. El equipaje superaba con creces el área que nuestros ejercitados brazos podían abarcar. El cuadro conformado por nuestros cuerpos, en actitud defensiva de objetos personales, y los bultos que sobresalían hacia todas las direcciones, merecía una instantánea. Fue entonces cuando deparamos en que teníamos verdaderas necesidades fisiológicas y, lógicamente, habíamos de darles respuesta. 40 céntimos, el precio único e indiscutible de entrar al baño para hacer el uso de él que se quisiera. Era recomendable esperar a tener muchas ganas de ir y aprovechar el viaje para lavarte las manos, los dientes y hacer uso personal del WC. No se aceptan billetes y no se da cambio, tampoco encuentras máquinas de cambio de moneda cerca, así que no nos quedó otra que situarnos tras unos vasitos de Gelato (que trajimos con amor como recuerdo de Pordenone) y un cuenco asilvestrado, sobre los que descansaban unas humildes peticiones de calderilla. Hacia las cuatro de la mañana ya sumaban dos las horas de sueño disfrutadas entre las tres, entiéndase por disfrute lo confortable de descansar sobre un suelo a cinco grados bajo cero, que calaba los huesos, y de material rocoso, aunque delicadamente tratado con las mejores máquinas pulidoras. ¿Qué más? Esperemos al próximo tren hacia Florencia y mañana ¡el Sol dirá!
Siendo francas, aquello sólo fue un "vamos a tomárnoslo con humor" y los vasos no llegaron a cumplir su hipotética función.
Todo concuerda en este terceto que afronta la vida con dosis de risa
M
lagrimas saltarinas... C.S.
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